miércoles, 12 de octubre de 2011

Amiga.

Hace poco alguien escribió sobre la amistad aquí, como yo voy a hacer ahora. No voy a hablar de cuántas amigas o amigos tengo, ni de cuántos tuve ni de cuántos tendré o me gustaría tener. Tengo los que tengo, los que necesito, ya que los verdaderos amigos siempre están ahí.
Pero tú, hoy me has abierto los ojos. Un poquito. Después de unas pocas palabras intercambiadas con alguien sobre los problemas que tiene conmigo, me has abierto una conversación. Un saludo. Y acto seguido, una puñalada. Pero qué narices, tienes razón. Porque no aprecio lo que tengo, porque te echo de menos, y no te lo digo. Porque cuando me dices para verme siempre tengo cosas que hacer, cosas que realmente no me apetecen más que pasar una hora contigo. O dos. Porque quiero comprar una botella de negrita, una cocacola, irnos un parque y pasar la noche ahí, hablando de mil cosas, riéndonos o simplemente calladas mirando al cielo. Porque antes podíamos hacerlo, una tarde sin hacer nada, sin un sólo silencio incómodo. ¿Es eso posible a estas alturas? Espero que sí, pequeña. Y lo siento. Por ser egoísta, por no pensar en ti, por no preguntarte qué tal te ha ido el día. O la semana. O casi, el mes. Por dejarte de lado cuando me necesitas, por no darte un abrazo cuando me lo pides. Lo siento. Y sí, te pido perdón. Y me gustaría que me perdonases. Y que aceptases mi abrazo. Éste que guardo para ti, y que tengo tantas ganas de darte. ♥