¿Y por qué se supone que tengo que tener ganas de sonreir? Pues no, no tengo. Ninguna. Quiero gritar. Llorar. Pegar. Siento rabia. Y tristeza. Hoy no tengo ganas de salir. No quiero ver a nadie, quiero tumbarme en mi cama y escuchar música. Pienso, y lloro. ¿Qué me pasa? No entiendo... El viernes era la persona más feliz del mundo y hoy, miércoles, me quiero morir. Desaparecer. Correr, y huir lejos, muy lejos... Pienso, pero sigo sin entender. Triste, triste, triste. ¿Por qué lloro? Lo tengo todo para ser feliz, y, sin embargo, no lo soy. Pequeñas discusiones, sustos... ¿Y si no valgo para esta vida? ¿Y si no soy nadie aquí? A lo mejor debería irme... Alejarme. De ti, de todos. Abrazo el burro. Me mira con ojos serios. Silenciosos. No sonríe. Ni yo tampoco. Nos miramos. Parece que intenta averiguar mis pensamientos. No te molestes, burrito, mi cabeza no es agradable. Por lo menos, ahora no. Sólo vas a encontrarte una mente gris. Vacía.
Ven aquí... Abrázame, sécame las lágrimas. No quiero llorar. Por favor, más no. Otra vez no.
miércoles, 23 de febrero de 2011
jueves, 10 de febrero de 2011
Una foto. Un pequeño trocito de papel inmortalizando un gran momento. Un recuerdo, una imagen, el tiempo detenido. Ahí. La miras, queriendo volver a ese momento, pero no se puede. Lo siento. Sin embargo, piensas. Sonríes. Sonríes más. Te encanta veros ahí, tan cerca y sin embargo tan lejos. Porque ya no sois aquellos de la foto, y sin embargo, lo sois más que nunca. Niños, adolescentes. Enamorados. Ahora, más que nunca. Cada momento, un poco más que el anterior.
domingo, 6 de febrero de 2011
Ilusión.
Sentada en la cama, en pijama, con restos de maquillaje pero sin peinar. Guapa, hermosa como una gitana salvaje. Charlando, riendo, bromeando. Y ahora, ese nombre que te causa mil dudas, mil inseguridades. Una palabra, y tu sonrisa se hace aún más grande. Tu corazón se acelera. No puedes parar de reirte, te entran ganas de llorar, de gritar. Alegría. Te duchas, y mirándote al espejo, sonríes. Tu reflejo te devuelve la sonrisa. Y el brillo de tus ojos, que te sorprende. Y a la noche, después de cuatro horas hablando con él, te vas a dormir. Tumbada en la cama, imaginas su cara. ¿Estará el pensando en ti? Te preguntas si tendrá ganas de abrazarte, y de darte un beso. De quitarte la ropa suavemente, mientras te besa con un beso largo y húmedo. Imaginándote todo eso te duermes, feliz al fin, niña otra vez, con una preciosa sonrisa adornando tu rostro.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)